Salió al mercado y próximamente llegará a las principales librerías del país la obra: “Ejercicios de memoria” del creador del comisario Montalbano, dictado, ya ciego, meses antes de morir.
Andrea Camilleri bautizó a su comisario Salvo Montalbano como homenaje y agradecimiento a su amigo Manuel Vázquez Montalbán porque su novela “El pianista” le había sugerido la estructura definitiva de La ópera de Vigatà. No se vieron muchas veces, nueve o 10, pero no hacía falta: mantenían "una amistad siciliana, que es un arte difícil y está más hecha de silencios que de palabras".
El libro “Ejercicios de memoria” es una sucesión de anécdotas divertidas en donde Andrea Camilleri (1925-2019) dictó, ya ciego, a punto de cumplir 91 años y después de haber publicado innumerables libros, pero que no deja de reflejar a la perfección quién fue aquel hombre.
Camilleri revela en su obra cómo fue felicitado por un criminal de la mafia, Luciano Liggio, apodado la Primula Rossa (Pimpinela Escarlata) por cómo reflejó en una serie para la RAI, Un siciliano en Sicilia. El reconocimiento le llegó vía su avocatto pues el mafioso, que tuvo como ayudante nada menos que a Totò Riina, cumplía cadena perpetua en prisión. No llegó a buen puerto que Camilleri relatara las 'bondades' del mafioso para la RAI, ni que llegara a conocerlo entre rejas donde don Luciano recibía clases de filosofía. Resulta casi una obviedad decir que el abogado del mafioso viajaba en un "automóvil que parecía sacado de una película de los años treinta, un Rolls-Royce blanco, enorme, de esos con la rueda de recambio a la vista, detrás del maletero". Se dice en ese capítulo que Camilleri "se encontró por casualidad en mitad de una matanza de la mafia" de la que por casualidad salió ileso. Asesinaron a seis personas.
Relata además Andrea Camilleri que, desde niño y hasta los 20 años durmió acunado por el rumor de la resaca nocturna que le llegaba desde el mar. Vivía entonces en Porto Empedocle, un pueblo de Sicilia de cuyo balanceo nunca pudo ni quiso desprenderse, hasta tal punto que cuando ya cumplidos los 70 , cuando comienza a publicar las desventuras del comisario Salvo Montalbano, no tuvo más que recurrir a la memoria. Vigàta, donde fijó el punto de anclaje de las aventuras del investigador, es un trasunto de Porto Empedocle, aquel villorrio de Sicilia que entonces algunos viajaban en tren subidos en el techo de los vagones.
Aparecen también en el libro las ocurrencias del ingeniero Paolo Afflitto, quien en cierta ocasión entró en un comercio con un pan abierto, pidió un trozo de jabón (con 'b', no con 'm'), lo untó sobre el pan y se lo zampó. O cómo, siendo estudiante de Filosofía y Letras en Palermo, viajó hasta allí en un camión que transportaba pescado y cerca ya de la ciudad siciliana se topó con un grupo de bandoleros. Era 1944 o 1945. "¿Qué pescado tenemos hoy?", preguntaron al conductor. "Llevo salmonetes, merluza y sargo". "Muy bien, denos una caja de salmonetes y una de merluza". Conductor y estudiante, colina arriba entre la lluvia, llevaron las cajas hasta una gruta donde el futuro escritor conoció a Fray Filippo, un fraile que sabía de Kant y sobre todo Hegel y que era lugarteniente de la banda de Giuliano, "una leyenda".
¿Ustedes saben por qué Andrea Camilleri buscó durante tres noches entre mendigos a un gato blanco con “medias” rojas? ¿Quién era el que guardaba en el altillo de la cocina 200 pares de zapatos dentro de sus cajas? ¿Quién decidió no hablar jamás, fiando su comunicación con sólo un sobrino haciendo estallar petardos? ¿Quién era el tío Carmelo, el inspirador del comisario Montalbano? Las respuestas a estas preguntas y muchas otras delirantes historias, las podés encontrar en “Ejercicios de memoria”.
